Ser un niño

Mis primeros recuerdos se sitúan en el segundo piso de una casa con cocina de carbón, paredes con papel pintado, cerca de las vías del ferrocarril y un descampado, entre Trobajo y el barrio de El Crucero. Extrarradio.

Algo parecido a unos depósitos de agua de color azul se visibilizaban al otro lado de una tapia, lo que yo imaginaba como tambores que alguien tocaría subido en aquella plataforma. Abajo en la calle, el perro de los dueños de un taller mecánico se me acercaba algunas mañanas, aunque debo admitir que los canes siempre me han dado miedo. Con el tiempo he descubierto que prefiero los gatos. He cumplido 3 años.

No tardaría en mudarme de casa, a la plaza del Huevo. Vivienda nueva de planta baja con un patio de la comunidad que recorría en perpetuas vueltas con un triciclo. Solamente paraba para agarrar fresas que mi madre tenía plantadas en algunos tiestos y llevármelas a la boca. Me gustaba observar, los juegos de ingenio y mis intereses en los 2 canales de TVE se alternaban entre La bola de cristal, Barrio Sésamo y Pumuki. Algunas tardes me acercaba a ver a mis primas. Vivían a pocos metros, en la calle paralela. Solían estar jugando junto al portal con sus amigas y eran mi referente. Durante mucho tiempo lo fueron; desde su función de hermanas, pues soy hijo primogénito. Su casa también me agradaba y su habitación, desde donde me quedaba embelesado mirando al solar trasero donde había un viejo y destartalado camión, abandonado entre la vegetación y tejados deteriorados que recorrían algunos felinos. Los antiguos edificios medio en ruinas, con sus ventanas en las buhardillas, frente al "Bar Wiskas", también ganaban mi atención. La observación me lleva a la fantasía.

Los sábados y los domingos íbamos al río. Mi abuelo era mecánico y había fabricado tiendas de campaña; una normal con habitaciones, otra que servía de cocina y "la tienda del moro", que era algo parecido a una yurta. Padres, abuelos, tíos, primas..., lo que durante una etapa de la vida fue la familia... En los veranos, la acampada duraría varias semanas o meses, en una especie de camping ilegal. Allí había columpios con cuerdas y ruedas de coche, sapos y hasta culebras saliendo del caño de la fuente. Las sensaciones que permanecen en la memoria se caracterizan por una suma pureza, cuando reconozco que solamente la alegría y la paz albergaban en mí y no el dolor. 

Hablando de... dolor. Cada 2 por 3 estaba enfermo, así que algún matasanos recomendó que me operasen de las anginas. Una buena mañana me llevaron al ambulatorio de "La Condesa" y desde la sala de espera ya me temía lo peor. Familiares varios me hacían carantoñas, y aunque aún era muy cándido, no lo suficiente idiota como para no sospechar que algo chungo me iba a ocurrir. Y así fue, me sentaron en una silla rara, me metieron unas tenazas en la boca y me sacaron las dichosas anginas. Después me dijeron que escupiese la sangre a un barreño de metal y para casa.

Teníamos de vecinos en el piso contiguo a un matrimonio mayor, Pedro y Josefa; o al menos, tenían más edad que mis progenitores. El hombre decía que yo no era nada cariñoso, pues nunca le quería dar un beso al encontrarnos o despedirnos. Trataba de hacerme pasar por el aro sugiriendo que me daría la propina; un gesto que, lejos de convencerme, me incitaba a agudizar mi conducta. No olvido lo que siempre me decía: "si fueses de otra manera, ganarías más..." ¿ Dónde estará Pedro, ese gran visionario ? ¿ Cuánto habrá ganado él con sus maneras ?

No tardaría en trasladarme de ciudad: Murcia. Era la primera vez que viajaba en un tren nocturno, pues no teníamos auto. También descubrí lo que es una humilde pensión, donde pasamos unos días hasta encontrar un piso amueblado, bastante oscuro. Entre los ornamentos que los propietarios habían dejado, encontré varias figuritas de nazarenos, que me resultaron curiosas. Al cabo de un corto periodo de tiempo nos mudamos a otra inmueble, también amueblado, pues nuestros enseres quedaron en un guardamuebles. Un quinto sin ascensor, pero más espacioso y luminoso. Había una estancia vacía, en la que mi padre y su compañero de trabajo jugaban con un tren eléctrico que me habían regalado y que a mi no me interesaba demasiado. Comencé otro nuevo colegio y mi madre me preguntaría qué quiero llevar para el recreo. Respondo que... una zanahoria y eso es lo que llevé durante un tiempo. 

Aún no había empezado la EGB, de modo que todavía no nos enseñaban a leer, pero yo tenía en casa las cartillas de mis primas, para ir adelantando.

Un día que fui al servicio, el conserje cerró todo el centro y allí quedé aprisionado. Creo recordar que grité y finalmente me abrieron, en cualquier caso, empecé a visualizar y experimentar las primeras putadas. He cumplido 5 años.

Otro día, hablaban los niños de mi clase de un mago que vieron la noche antes en el Un, dos, tres... Debía tratarse de Juan Tamariz. Había empezado a ver el programa, pero me mandaron para la cama, algo que repudiaba cada día más. Me gustaba estar despierto hasta tarde y no perderme nada dotado de interés. Y a esas horas ocurría lo más interesante, por lo que había podido percibir... Tuve que verlo el sábado por la mañana, que es cuando lo repetían. Unos decían que el sombrero era verde y otros que era rojo, pero no lo pude comprobar porque el televisor que teníamos era en blanco y negro.

En ocasiones mi madre me mandaba bajar a la tienda a comprar. No había contenedores de basura y las bolsas se acumulaban en montones en la calle, incluso algunos las arrojaban desde la ventana. Algunas tardes durante la hora de la siesta, hacíamos algún flan en la olla, mi padre y yo. Dos marcas principales: "El Chino Mandarín" y Flanín "El Niño". 

Durante la primavera se celebra una fiesta pagana: El entierro de la Sardina

Una tarde en un parque, mi madre me pregunta si quiero una careta de las que venden en un puesto. Yo nunca pedía nada, aunque lo desease... Ante el ofrecimiento, respondo: "Si, me gusta la de la calavera". Pues no ! Eso no puede ser... (otra putada).

Ya conocía el mar, pero el Cantábrico, con sus aguas bravas y frías, aunque me atraía bastante más el agua clara y dulce del río. Ahora conocería el templado y calmado mar Menor. No me gusta la arena ni el sol. 

Pronto vendría mi abuelo a por mí. Pasa unos días en mi cuarto, en camiseta de tirantes y bebiendo agua fría con jugos cítricos. Hace mucho calor. Y nos vamos. Medio viaje en coche cama, pero él dice que no puede dormir. Además, corre el rumor de que a veces roban o abren las maletas. El trayecto final es en un vagón normal, no quiero el bocadillo, así que, en cuando nos aproximamos a un río, se lo tiramos a los peces. Durante unos meses tendría plena felicidad y no pasaría calor. Pero habría una nueva mudanza: Huelva.

La intención esencial que me llevó a escribir este blog fue plasmar sentimientos, pensamientos y aventuras relacionadas con mi espíritu de Rock N' Roll. El inconformismo ante lo establecido, la vehemencia, la pasión; todo aquello que despertó en mí con gran intensidad en la adolescencia, con un amor inagotable por la música y la búsqueda de algo más en la vida. Sin embargo, la reflexión y la reminiscencia me han llevado a comprender que la actitud que trato de manifestar se remonta a mi primera memoria.

Siempre he creído que muchos contenidos de la Televisión Española de la época estaban repletos de bellos y maravillosos mensajes, como el que revelaba Pippi Långstrump en un capítulo: "Si no se quiere nunca se es mayor"... 

 
- Otros relatos:
                El Bazarraco
               Such A Giver
                - Hora ecuatoriana


 

                 

Comentarios

  1. Un pequeño retorno al pasado, donde una persona con criterios propios y gran cultura universal, deja su esencia cada día entre el silencio y el rock..

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  2. Es curioso como las vivencias de los primeros años nos convierten en la persona que seremos el resto de la vida.

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  3. Muchos recuerdos, todo influye en la vida y por esos años ya empiezas a forjar una personalidad. Muy bueno.

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